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viernes, 17 de septiembre de 2021

La Contraseña Divina (Historia en 3 Captions) (Ciencia Ficción 2)


Esta cap pensaba publicarla en Navidad, pero, seguramente, antes de que llegue el 25 de diciembre estaremos todos muertos.

Quietro agradecer el trabajo de mi amigo Fede en la creación de esta serie.

 1


El gran Fer Luci, había pasado décadas investigando las ciencias blancas y las negras. Podía decirse que era maestro en todo y profesor en la mayoría de los temas. Conocía las matemáticas irracionales y la mayéutica bitonal. Con la ayuda de complejos programas informáticos era capaz de predecir con exactitud los números premiados de la lotería o el lugar exacto donde caería la gota 2 millones 321897 de una tormenta.

Pero se sentía incompleto, conocía casi todo, pero seguía siendo un ser inferior. No solo era incapaz de llegar a ser inmortal, también era incapaz de lograr que sus descendientes dejaran de ser mortales.

Después de releer por nonagesímaoctava vez los 1001 comentarios áridos de la Guemará de Babilonia y de realizar todas las asociaciones y mutaciones posibles a cada una de sus sentencias llegó a una conclusión. “Si conociera el nombre de Dios, el mismísimo Demiurgo estaría obligado a obedecerme”

Recuerdo que Fer Luci lo explicaba así: “Cuando Dios contempló por primera vez el Universo le puso nombre a las cosas. Tú eres el Sol, tú la Luna, y vosotros sois los humanos. De esta forma, nominando a las cosas las hacía suyas, porque solo el dueño puede nombrar a sus posesiones”

Y eso era lo que le importaba a Fer Luci. Porque Dios también fue creado por otro Dios, y por tanto era la propiedad de otro Ser Superior. Y esa era una gran oportunidad para Fer Luci porque si él conocía el nombre que le puso a Dios su Demiurgo creador entonces conseguiría convertirlo en suyo y en su esclavo.

2

A partir de ese momento todo le sería posible, y dispondría del poder de Dios a su completa voluntad.

Para ello compró los tres ordenadores cuánticos más poderosos del mundo, los cargó con todos los idiomas existentes y olvidados, los dividió en palabras, sílabas y letras y los programó para que comprobaran todas las combinaciones posibles para que encontraran el nombre verdadero de Dios. Para simplificar el trabajo decidió que no probaran palabras con más de cuarenta consonantes seguidas y que prestaran preferencia a los palíndromos, porque según Cífer, Dios debería ser simétrico tanto al principio como en su fin, por tanto, su nombre debería ser igual leyéndolo en cualquier sentido.

De todas formas, calculó que serían necesarios al menos 120 años de trabajo día y noche para calcular todos y cada uno de los nombres posibles de Dios.  No podía dejar que el ordenador dejara de funcionar ni un sólo segundo o tendría que reiniciar los cálculos. Por eso decidió que su hijo, y el hijo de su hijo, y el hijo del hijo de su hijo continuaran con su labor hasta que se alcanzara el resultado.

Y por eso, yo, Carmen Sanz, de la sexta generación de Fer Luci, continuaba trabajando con los ordenadores y vigilando las mini centrales nucleares que les daban energía.

Y lo hice de forma continuada hasta que por fin esta mañana se detuvo el Sol en el cielo, justo encima de la Gran Computadora Central. Así supe que los viejos ordenadores habían encontrado el nombre exacto de Dios.

Corrí hacia la sala de cálculos y la encontré completamente iluminada. Las máquinas brillaban como un árbol de Navidad. Parecía que en ese momento hubiera nacido un nuevo Dios. Todo era maravilloso y a la vez terrible.

  3

 Pero lo que de verdad me asombró fue encontrar a mi Tatarabuelo Fer Luci de rodillas consultando los datos de las computadoras y enseñándoselos a sus hijos y nietos. Nada extraño si no fuera porque algunos de ellos llevaban mas de 100 años muertos. Mis familiares daban Grandes gritos de alabanza mientras acariciaban satisfechos el panel de mando de las viejas computadoras. Les reproché que hubieran dejado de pastorear los datos para dedicarse a glorificar unas pocas líneas de programas

Lentamente me acerqué. Tuve que empujarlos para hacerme sitio.

Fer Luci daba grandes loas al Dios recién nacido y pude ver como intentaba arrancarse los ojos para ofrecérselos al nuevo Dios. Mi abuelo intentaba cortarse la lengua y mi padre se atravesaba con una aguja los oídos. “Perdónanos gran Dios, te ofrecemos nuestros ojos que no merecen poder ver tu nombre, nuestra lengua que no es digna de nombrarte y nuestros oídos para que nunca oirán tu nombre”

Cuando llegué ante la Gran pantalla pude ver la imagen de un niño recién nacido, que parecía llorar mientras que un buey y una mula virtuales le echaban el aliento.

Era un niño espantoso y terrible. Con ojos de cabra y manos de seis dedos.

Sentí miedo, no sabía que hacer. El descubrimiento del nombre de Dios había convertido a un super ordenador en el ser más poderoso del Universo.

No sabía que hacer, estaba aterrado así que tiré del cable y lo desenchufé.

 


 

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