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domingo, 26 de julio de 2020

El Cuadro de la Escalera (Historia en 2 captions)

Otra cap por petición. Espero haber cumplido con una serie sobre el tiempo y el espacio como me habían pedido.


En la casa vieja de mis abuelos existía un ático polvoriento y semi abandonado. Durante años nadie se había atrevido a entrar en él. Y no porque estuviera en mal estado o fuera peligroso, sino porque para llegar había que hacerlo por la escalera de mármol negro. La escalera de mármol tampoco estaba en mal estado, pero en el rellano, estaba colgado el cuadro de una señora anciana y horripilante que daba la sensación de mirar con odio a quien pasaba a su lado. Parece un absurdo, pero entre la oscuridad de la escalera y la inquietud que provocaban los ojos malvados de la señora del retrato, habían conseguido que nadie subiera al ático olvidado.

Recuerdo que siendo una niña le pregunté a mi papá: “¿Por qué no quitas ese cuadro tan horroroso que da tanto miedo de la escalera?” Mi padre se quedó lívido al escuchar mi pregunta, me agarró de la manita y tirando de ella me hizo ascender la escalera. Paró delante del retrato y me preguntó: “¿Tú que ves?” Yo era muy pequeñita, apenas le llegaba a la cintura a mi padre. Me puse de puntillas y estiré cuello intentando observar a la señora de la pintura, pero no alcanzaba. “Lo siento papá, no puedo ver a la señora, solo el marco del monstruo”
Mi padre me acarició la carita con pena, con los ojos cari llorosos. Se acachó lentamente, me abrazó contra su pecho y con la voz entrecortada me respondió: “Por eso mismo no podemos quitar el cuadro, hija mía, por eso mismo, porque aún no puedes ver a la señora”
Pocos días después mi familia se mudó de la casa de mis abuelos. Y yo me olvidé del sótano cerrado, del cuadro con el marco monstruoso y de la señora horripilante de la pintura.
A partir de entonces disfruté una vida plena y provechosa. Me casé, tuve dos hijas preciosas y puedo decir que fui feliz hasta que mi padre enfermó de unas extrañas fiebres y en su lecho de muerte me entregó la llave que abría la casa de mis abuelos. “Es el momento de que contemples el cuadro de la escalera” me dijo en tono triste, mientras intentaba resistir las lágrimas provocadas por un dolor intenso.
Esa misma tarde volví a la casa de mis abuelos, que había estado cerrada durante años. Todo debería estar viejo y decrépito, sin embargo, la cerradura estaba en perfectas condiciones y los goznes de la puerta giraron con facilidad. Parecía que la casa me había estado esperando. Qué todo estaba preparado para el momento de mi regreso.
Tragué saliva. Dentro de la casa todo parecía detenido en el tiempo, igual que estaba cuando era niña. Nada parecía roto, ni deteriorado, ni siquiera había polvo en los muebles. Recordando mis juegos de infancia, abrí un cajón del armario de la entrada y encontré la linterna que había guardado cuando apenas era una niña. No me sorprendió que encendiera a la primera y que el chorro de luz casualmente iluminara la escalera de mármol negro.
No lo pensé dos veces y comencé a subir los escalones oscuros y brillantes. Sin atreverme a mirarlos directamente los fui contando a media voz. “Dos, tres, cuatro… ocho, nueve y diez”. Me paré nerviosa, con la luz de la linterna temblando de puro miedo y la enfoqué al cuadro de la pared. El marco metálico del monstruo reflejó la luz de la linterna en los ojos de la gorgona que parecía reírse de mi destino. Me sudaba la frente y sentí como se empapaba mi espalda. Reuniendo la poca fuerza de voluntad que aún me quedaba miré hacía la pintura de la señora horripilante.
Y entonces se paró mi mundo, sentí como mis piernas temblaban y me fallaba la razón. No había ninguna pintura. ERA UN ESPEJO, un maldito espejo que reflejaba mi rostro asustado y horripilado porque la vieja de la escalera siempre había sido yo. El rostro que asustaba a todos los que se atrevían a subir era el mío.



Mantuve la mente fría durante unos segundos y reflexioné. “No puede ser. No pude ser mi imagen la que asustaba a los visitantes porque yo era una niña, con un aspecto muy diferente al actual y tampoco tenía la altura suficiente para reflejarme en el espejo”
Entonces descubrí la huella de una mano ensangrentada sobre el espejo. Y recordé cuando mi papá me hizo un corte en la palma de la manita y me dijo que la pusiera sobre el cristal. Aún estaba allí la sangre y goteaba lentamente sobre el suelo de mármol negro.
Miré mi mano derecha, y me estremeció la cicatriz rugosa que la marcaba y que sentía palpitar como si aún sangrara.
Una brisa de aire frío me movió el pelo y un gran resplandor iluminó la escalera de tonalidades amarronadas como las del pino mohoso de los ataúdes. Seguí ascendiendo por la escalera y me paré ante la puerta abierta del ático. Un olor a descomposición se filtraba hasta encharcar mis pulmones.
Tenía dudas, quería huir para nunca más volver, pero mi papá me había dicho que era el momento y aguantando la respiración entré en ese lugar enfermizo.
Allá estaba sentada en el suelo la primera muñeca con la que jugué y que creía perdida. También estaba mi primer libro de poemas. La flauta con la que aprendí solfeo y la camita donde me acunaba mi mamá. En una esquina agitaba el rabo mi perra “Luna” que hacía décadas que había muerto y mi abuelita se balanceaba en su vieja mecedora como hacía cuando me contaba cuentos. Todo lo que había sido mío en la infancia se encontraba allá. Todo lo que alguna vez había perdido se había quedado encerrado en ese ático cerrado.
Mi abuelita dejó de mecerse y me sonrió. Abrió sus brazos y yo corrí hacia ella para besarla. Estaba calentita y olía a jabón de jazmín, tal y como yo la recordaba. Su voz era amable y amorosa cuando me dijo: “Tenemos una sorpresa para ti” y me señaló la puerta del ático. Por unos segundos no pasó nada, hasta que se recortó en el umbral una figura masculina que tranquilamente caminó hacia nosotras y nos abrazó con más amor del que nunca había sentido. Por fin pude ver su cara y sonreí al descubrir que era mi papá.
Supongo que me alegré al encontrarlo, pero me daba mucha pena que hubiera sido en el cuarto donde estaban mis recuerdos perdidos. Igual que había sucedido años atrás, se puso de rodillas y me volvió a abrazar aún más fuerte, mientras me decía “Ya estoy muerto hija mía. Solo soy un recuerdo”
De nuevo se puso en pie y tirando de mi manita me llevó a otra escalera que descendía desde la parte trasera del ático. Pero estas eran de mármol blanco. “Blanco como nuestras almas cuando se reúnen con Dios” me dijo. “La vida debe continuar, y tal como es dentro es fuera y tal como es el comienzo es el final” y del bolsillo de su chaqueta sacó una pequeña navaja. Y yo que sabía lo que debía ocurrir extendí la palma de mi mano derecha. Me hizo un corte profundó que llenó mis dedos de sangre. “Sé lo que tengo que hacer, papá” le dije mientras ponía mi manita sobre el cristal horroroso del cuadro de la Gorgona. Mirando a través de él pude ver a una niñita diminuta, yo misma, quien, al otro lado, también ponía su manita sangrante sobre el espejo. “Ella me está viendo, yo soy su monstruo” pensé. “Lo que es antes es ahora y lo que es el pasado es el presente”
Pero no era así, esa niña a la que había asustado la mujer horrible del cuadro, ya no era yo misma, era otra persona, alguien que dirigía su destino más allá del tiempo y del espacio.
Justo entonces, en ese preciso instante, me di cuenta de que mi padre ya no estaba a mi lado y que la muerta tan sólo era yo. Mientras tanto la niñita del otro lado bajaba las escaleras negras y pude contemplar en su rostro la sonrisa de mi padre.

6 comentarios:

  1. En serio tus historias serían perfectas para un libro el cual yo compraría

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    1. Es a lo que me dedico desde hace bastante tiempo.
      Intento escribir un libro de cuentos, pero no avanza.
      Nunca me gusta el resultado final y el argumento del cuentecillo termina siendo la base de alguna de mis caps.

      La verdad es que espero que algún día puedas, de verdad, comprar un libro mio

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  2. Carmen, piensa lo que te he dicho.
    Por aquí te llega la mierda hasta los tobillos, mejor que te alejes antes de que te llegue al culo y no te lo puedas limpiar.
    Te ofrezco la solución

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    Respuestas
    1. Mi solución es que me limpies tu el culo. Que parece que es lo que quieres hacer. Me encanta la mierda de mis amigos, es mucho mejor que tu olor y mas sana

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    2. Gracias Carmencita me gustó mucho la historia, cuando escribirás más sobre la isla y la hora de la muerte uwu

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  3. Me repito mucho Kari.
    Y con este calor infernal me cuesta mucho trabajo estar imaginando historias.
    Aunque espero volver pronto por la isal

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