La retina humana es como una gran cebolla. Se compone de
infinidad de capas y en todas ellas deberían haberse grabado las últimas
imágenes que vieron los ojos de Carmen.
Con un fino bisturí y unas pinzas microscópicas retiré la primera
capa de las córneas de Carmen dónde aún estaba mi imagen, y accedí a la segunda
capa donde estaba impreso lo penúltimo que contempló Carmen antes de morir. Usé
una cámara de precisión atómica para fotografiar esas imágenes. De nuevo retiré
esa capa y tomé otra foto de la siguiente y así continué durante horas,
retirando capas de la cebolla retiniana, haciendo fotos y uniéndolas para hacer
una película con los últimos 5 segundos de la vida de Carmen Sanz Rojano.
Cargué la película en mi reproductor de microfilmes y lo reproduje.
Desconcertada pude ver como Carmen Sanz se carcajeaba
mientras me señalaba. Sus ojos se le llenaban de sangre, su piel se volvía
morada y caía de rodillas mientras se llevaba las manos al corazón. Entonces
sucedió algo que me desconcertó y que aún me quita el sueño. El espíritu de
Carmen Sanz se separaba de su cuerpo y entraba en el mío.
Empezaba a comprenderlo todo.
Yo era Karina Gómez, pero era también Carmen Sanz. Yo era
la asesinada, pero también era la asesina. Alguien que quería torturarme me
había encargado encontrar a un asesino que resultaba ser yo misma.
Desconcertada di un paso atrás mientras buscaba por dónde huir.
Entonces se abrió la puerta y pude ver a la mismísima Karina Gómez que sonreía
mientras me miraba con compasión.
¿No te has dado cuenta? yo te encargué que buscaras a mi asesino. Yo te
encargué que te buscaras a ti misma.
No puede ser. Tú estás muerta. Yo te maté. Le respondí
De nuevo sonrió. Lo sé, estoy
muerta. Lo que no sabes es que tú también lo estás.
Sacó de su bolsillo una caja de madera y la abrió. Dentro
estaban mis ojos. Pero estaban despellejados como si fueran una cebolla. Yo también he hecho una película con las imágenes de tus
retinas, me dijo sonriendo y la cargó en el reproductor.
Pude ver los últimos 5 segundos de la vida de Karina Gómez,
como yo extraía el espíritu de su cuerpo y lo metía en el mío. Ya través de sus
ojos pude ver al cuerpo de Karina agonizando con el alma de Carmen dentro de él.
Me temblaban las piernas. Sentí un sudor frío en la frente.
Eso que sientes el frío de la
muerte, me aclaró Karina. Pero no te
preocupes pronto sentirás el calor del infierno.
Muye buena continuación uwu
ResponderEliminarPor fin me puse al día con tus historias buen trabajo
ResponderEliminarRecuerdo esa historia.
ResponderEliminarLas recuerdo todas.
No recuerdas, simplemente crees que recuerdas.
EliminarPorque no existe la memoria, sólo existen los deseos olvidados.
la memoria es extraña, pero mas extraño es recordar
Quizás me hubiera gustado
ResponderEliminarQuizás.
Si hubiera entendido algo.
¡¡Vaya lío!!