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miércoles, 29 de marzo de 2023

El Taxi Mágico - La Venganza (Historia en 3 capas)

 Otro trabajo quie hice a pachas con mi amigo Federico Ramírez

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Hace más de 20 años desde que me robaron el cuerpo en el “Taxi Mágico”.

Recuerdo que el mayordomo me arrastró hasta el taxi agarrándome del pelo. Saludó amorosamente al conductor, le dio un beso en la boca y le dijo que yo era la heredera de Federico Ramírez. Y que mi cuerpo era perfecto para robarlo y tener una vida repleta de lujos.

Intenté escapar, pero no pude. El mayordomo me retorcía el brazo y yo era muy pequeñita para luchar con él. Cuando arrancó, el taxi se dedicó a dar vueltas alrededor de la mansión de mi familia hasta que el conductor le explicó al mayordomo que había llegado momento, paró el taxi y mirándome a los ojos me dijo “Tenga un buen día, señorita”.

Justo en ese instante cambié de cuerpo con el conductor.

De repente estaba sentada frente al volante en el asiento maloliente del taxista y pude ver como mi antiguo cuerpo se ponía en pie y besaba en la boca al mayordomo mientras gritaba “GRACIAS, GRACIAS, ESTO NUNCA LO OLVIDARÉ. TE VOY A HACER FELIZ” Intenté levantarme y lanzarme sobre el ladrón de cuerpos, pero no podía, la magia del taxi no me dejaba. No podía moverme. Solamente conseguí ver a mi antiguo cuerpo saliendo del taxi cogido de la mano del mayordomo y cómo se marchaban en dirección a la mansión de mi familia para vivir la vida que debió haber sido la mía.

Ahora estaba en el cuerpo de un viejo de 60 años, que trabajaba 14 horas diarias para ganarse un salario ridículo y que vivía en un apartamento pequeño en el peor barrio de la ciudad.

Allí encontré el diario que habían escrito todos los conductores que estuvieron en el cuerpo del taxista. Leyéndolo supe que sólo podría cambiar de cuerpo 1 vez. Que para lograr el cambio debería hacer un trayecto de más de 20 km, y despedir al pasajero con el que quisiera cambiar deseándole que tuviera un buen día. Si hacía lo correcto se produciría el cambio y yo sería la persona que eligiera.

Pero yo no quería robar un cuerpo y quedarme con la vida de nadie. Tan sólo quería recuperar mi cuerpo y mi vida. Por eso investigué en los periódicos donde vivía la hija de Federico Ramírez, a dónde viajaba y sobre todo qué día estaría en mi ciudad.

Así supe que ayer regresó a la residencia familiar, después de muchos años de ausencia y me dediqué a dar vueltas alrededor de su casa esperando que pidiera un taxi.

Y lo conseguí, después de mucho esperar vi salir de la mansión a mi viejo cuerpo levantado el brazo para pedir a un taxi. Me paré a su lado y asombrado observé que llevaba de la mano a una niña e inmediatamente supuse que era su hija

Subieron al taxi y me dediqué a estudiar a mis pasajeros.

El cuerpo que me habían robado cuando era una niña tenía ahora más de 30 años y se le veía maltrecho, como si el tiempo lo hubiera tratado mal. En cambio, la cría era preciosa, rubia y sonriente. Debería tener 8 años, la misma edad que tenía yo cuando el mayordomo me obligó a entrar al taxi.

Había pensado en recuperar mi viejo cuerpo, pero, después de ver a la pequeña, pensaba que era mucho mejor el de la niña. Me parecía justicia divina. Volvería a tener la misma edad que tenía cuando perdí mi cuerpo y, además, viviría con la ladrona que destruyó mi vida y a la que pensaba atormentar hasta que llegara el día de su muerte.

Intenté charlar con la niña, para saber algo más de la que iba a ser mi nueva vida. Le pregunté cómo se llamaba, a qué escuela iba, pero su madre no la dejaba hablar. Seguramente estaba sospechando que este era el taxi donde ella robo mi vida y que yo era el taxista que quería quitarle el cuerpo a su hija.

Se mostraba arisca e insultante. Me dijo que parara el auto que quería bajar. Pero yo bajé los seguros de las puertas para que no pudieran salir y alargué el viaje algunos kilómetros más para llegar a la distancia requerida.

Las vi golpear los cristales y patear la mampara de protección que me separaba de ellas.

La niña parecía una loca, seguramente adivinaba lo que le iba a pasar.

Cuando calculé que era el momento paré el taxi, abrí la puerta y mirando a esa niña preciosa le dije “Tenga un buen día, señorita” Con las mismas palabras y el mismo tono que usó su madre aquel maldito día 20 años atrás.

Noté como nuestros espíritus salían del taxi y volvían a entrar para cambiar de cuerpo.

Estaba feliz porque lo había conseguido.

Miré al nuevo taxista y me sorprendí cuando lo vi gritando de felicidad y besando en la boca a mi nueva mamá mientras decía las mismas palabras que dijera aquel maldito día 20 años atrás: “GRACIAS, GRACIAS, ESTO NUNCA LO OLVIDARÉ. TE VOY A HACER FELIZ”

Algo iba mal, muy mal. Intenté abalanzarme sobre la ladrona de cuerpos, pero no podía moverse.

Estaba en el cuerpo de una paralítica. De una niña que había nacido con tetraplejia.

Mi nueva mamá me sacó del taxi arrastrándome del pelo y me dejo sentada en la acera. Luego me miró fijamente a los ojos y agarrándome la cara me susurró que se iba a encargar de que los años que me quedaran de vida fueran un infierno.

Besó de nuevo al conductor y este le prometió que volvería con ella cuando consiguiera un gran cuerpo, lo mismo que había hecho cuando consiguió el cuerpo del mayordomo de mi padre. Arrancó el taxi y se marchó a robar otra vida.

 

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