Como todas las mujeres cristianas, desde niña había sido educada en la creencia del cielo y el infierno, así como en la resurrección de los muertos.
Lo que ocurre es que no me esperaba esta resurrección de los muertos y tampoco este “infierno”
Como todos sabéis, no hace mucho que sonó la séptima trompeta y se abrió el séptimo sello. Con gran estruendo se derrumbó la prostituta de Babilonia y se alzó la nueva Jerusalén.
Como estaba escrito resucitaron los muertos y ahí es donde el mundo entero gritó aterrado. Todas las personas de fe y los que habíamos esperado el regreso de los difuntos descubrimos la terrible verdad. Cientos de cadáveres putrefactos y apestosos caminaban por las calles dejando trozos de vísceras y regueros de sangre amarronada. El crujir de huesos y los lamentos de los difuntos solo se silenciaban por los gritos aterrados de los que aún teníamos vida.
Pero quedaba lo peor, el juicio a vivos y muertos.
Los difuntos que habían sido justos exigían volver a vivir, tener salud y un nuevo cuerpo.
Los vivos que habíamos sido pecadores temíamos el justo castigo.
Y fue cuando me castigaron. Estaba en pie observando a la Corte Divina aplicando la Justicia cuando de repente me sentí caer, de rodillas, con mi boca llena de barro y sintiendo como la carne de mi cuerpo era roída por las ratas. Intenté levantarme, pero mis piernas no soportaban mi peso, tan solo eran huesos descascarillados y amarillentos, olían a tumba y eran frágiles como la madera del ataúd donde yacían.
“Le debes la vida a tus padres y has sido injusta con ellos” Clamó la voz del Gran Juez. “Debes restituirles lo que te han dado y sufrir el daño que les infligiste”
Con sorpresa y terror pude observar como mi joven cuerpo se reía y daba las gracias a Dios. Comprendí que era mi padre el que ahora lo habitaba porque lo habían premiado con mi cuerpo y mi vida para que lo disfrutara como si siempre hubiera sido suya.
No tenía fuerzas para seguir mirándolo. Sabía que me iba a martirizar durante toda la eternidad. Me dejé caer dentro del ataúd y desde allí pude ver la lápida del difunto que ahora habitaba yo. Era el nombre de mi padre y supe que me iba a devolver todo el daño que le había causado una y otra vez hasta el fin de los tiempos.
Buena historia me alegra que estés escribiendo dé nuevo
ResponderEliminarGracias Oswaldo. La verdad es que no he parado de escribir, estoy haciendo una novela en un formato nuevo, uniendo mas de 200 caps y con cientos de personajes.
ResponderEliminarNo son de temática bodyswap y para mi es un trabajo extenuante,quizás me he metido en un lio muy superior a lo que estoy capacitada para hacer.
Así que para mi es un descanso volver a escribir en esta temática que es la que mejor domino, aunque mis caps sean tan diferentes a las habituales en otros blogs.