En junio del año pasado, escribí una cap titulada “Las 3:33 de la mañana” y prometí una segunda parte.
Ha tardado, pero quiero publicar este fin de semana la continuación.
Hace tanto tiempo de esto, que quizás mis lectores han olvidado la trama de la historia, así que he decidido republicar esa vieja cap en dos viñetas.
1
A ti también te ha pasado y aunque no quieres reconocerlo sabes que es verdad. Te has despertado a las 3:33 AM. Todos nos hemos despertado a esa hora demoníaca con el corazón palpitando de forma alocada. Porque 3:33 es la mitad de 666 el número del Apocalipsis, es el reverso de las 3:33 PM, la hora en que murió Jesús el Cristo, y son los dígitos que controlan nuestra vida. Porque a las 3:33 se difumina la frontera entre los vivos y los muertos, y también, entre los muertos y los vivos
Desde hace varias semanas despierto jadeando de miedo a las 3:33 de la mañana. Las luces de mi dormitorio continúan apagadas y aunque estoy aterrado no puedo mover mis brazos para prenderlas. No puedo ver nada, pero puedo escachar el respirar profundo e inquietante de alguien que me observa desde la penumbra. Quiero gritar, levantarme de la cama y huir. Pero no puedo, me quedo allí paralizado, escuchando como se acerca y sintiendo como acaricia mi pelo. Así me quedo durante horas hasta que la luz del amanecer deshace las sombras y puedo moverme y escapar de esa pesadilla.
El terror me impidió dormir durante varios días. Dejaba las lámparas encendidas y me sentaba en la cama esperando que llegara la hora de los muertos. Pero nada sucedía. La luz parecía ahuyentar las presencias terribles que me acosaban a las 3:33 de la mañana.
Y así hubiera aguantado durante semanas, meses e incluso años. Hasta aquella fatídica noche en la que la tormenta cortó el flujo eléctrico a mi casa. Recuerdo como retumbaban los truenos en el exterior. Eran las 3:30 de la mañana. La lluvia golpeaba el techo como si fueran tambores del infierno. Eran las 3:31 de la mañana. Un gran relámpago iluminó mi habitación durante unos segundos. Eran las 3:32 de la mañana.
2
Justo a las 3:33 AM se volvió a iluminar mientras sonaban los tambores de la lluvia y los truenos explotaban junto a mi cama. Las sombras parecían girar a mi alrededor. Y otra vez pude escuchar pasos que se acercaban a mi espalda. No podía moverme y casi no podía respirar cuando noté como una mano huesuda me acariciaba el pelo. Estaba aterrado, sentía que mi corazón explotaba en el pecho y reuniendo las pocas fuerzas que aún me quedaban me atreví a preguntar: “¿Quién está ahí?”
Durante unos segundos nadie respondió, pero sentí un aliento caliente y húmedo que subía por mi espalda, ascendía por mi cuello y se paraba al borde de mi oído. Me imaginaba la boca desdentada de la muerte respirando a mi lado. Allí permaneció durante unos instantes, hasta que susurró: “Yo soy el destino. Y vengo a recuperar lo que debería haber sido mío”
De nuevo volví a notar la mano huesuda que jugaba con mi pelo, pero esta vez lo peinaba con sus uñas gigantescas. Me arañaba, sentía como la sangre goteaba por mi nuca cuando un dolor tremendo me hizo retorcer. Ese engendro había hincado las zarpas en mi cabeza.
Poco después no sentía nada, no había dolor, ni siquiera sentía angustia. Tan sólo la humedad de la sangre que empapaba mis manos. Mis dedos eran negros y tenía hincadas las uñas en la cabeza de ese ladrón. Se retorció en la cama y se giró. Por fin pude verle la cara. Era mi mismo rostro. Pero sonreía con una mueca malvada.
“Ahora estás muerta. Y yo he recuperado lo que siempre debía haber sido mío”
Casi caigo de la cama por el miedo, pero aguanté de cuclillas sobre la almohada y mi cuerpo se transformó en sombras. Me había convertido en la muerte.
De repente los bombillos empezaron a relampaguear. Notaba como temblaba mi propio ser en cada intento de prender. Hasta que por fin se encendieron y me hundí en el abismo de los descarnados. Mientras me evaporaba con las sombras pude ver como mi cuerpo se levantaba de la cama satisfecho.
Me sentía frutado, pero pensaba que pronto serían las 3:33 de la mañana en alguna parte del mundo y yo podría sentarme en las sombras al lado de mi víctima y acariciarle el pelo.
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