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Alguien vive en mi cabeza… Y en la tuya.
Por las noches cuando cierro los ojos lo oigo respirar. Arrastrándose por mi cerebro. Contaminando mis ideas. Susurrando: “Mátaloooos, así podrás descansar”
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Alguien vive en mi cabeza… Y en la tuya.
Por las noches cuando cierro los ojos lo oigo respirar. Arrastrándose por mi cerebro. Contaminando mis ideas. Susurrando: “Mátaloooos, así podrás descansar”
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El 13 de Julio me reuní con Bilal Ben Tedder en la tetería más mugrienta de El Cairo. El sitio era apestoso, pero todavía olía peor el señor Ben Tedder. Me señaló una pequeña silla de madera y me senté a su lado. Bilal estaba cubierto de cabeza a pies con una chilaba andrajosa que sólo permitía ver sus ojos negros que brillaban como ascuas encendidas. Agarró la tetera y mientras llenaba nuestros vasos pude ver su mano despellejada que parecía la de un cadáver a medio descomponer. Saboreó lentamente el brebaje y después de unos segundos me dijo que estaba dispuesto a contestar todas mis preguntas. Sonreí e imaginando lo que él quería saqué de mi bolsillo un fajo de libras y las coloqué sobre la mesa.
Ni siquiera las tocó.
Este relato es copia de la historia que me contó mi amiga Juani. Y ella me prometió que era verídica.
Yo he hecho estas caps siguiendo la exactitud del relato y tan sólo me he permitido la licencia de cambiar el final para hacerlo mas adecuado a la temática del blog.
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De niña estuve muy enferma.
Escalofríos mortales recorrían mi cuerpo.
Sufría grandes dolores y mareos. Los médicos decían que moriría pronto, que no iba a tenía fuerzas para resistir al cáncer que me estaba asesinando.
Me costó mucho trabajo llegar a la casa de mi amiga la vieja bruja.
No podía faltar a la cita, padecía un cáncer terminal y quizás mañana estuviera muerta.
Las carreteras estaban cortadas por la fuerte nevada y los últimos kilómetros los tuve que hacer andando. Ella me había llamado y me abrió la puerta.
Me senté a la mesa, me preparó un caldo caliente y mirando por la ventana me dijo:
“La nieve limpia y sana la tierra, mata las hierbas enfermas y hace crecer hierba fresca y nueva. Así se renueva la vida”
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Me he pasado horas observando esta foto. Me he pasado horas deseando que no fuera lo que parecía.
En Noruega los novios plantan un árbol cuando se prometen en matrimonio. Después de la boda se reúnen junto al árbol y allí ruegan a los espíritus del bosque que conviertan al árbol en el guardián de la familia, que les de su firmeza, que crezca tan alto y fuerte como su felicidad y que cobije los espíritus de la familia cuando mueran.
Y el de la foto era el árbol de mi familia. Que creció grande y fuerte.
Esta historia es tan cierta como quieras creer. Pero sobre todo es larga en el tiempo y en extensión. Por eso la he dividido en varias entregas. Hoy presento la primera que sirve como introducción.
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El lugar dónde nacemos nos marca la vida y también la personalidad. Pero las decisiones de nuestros padres marcan nuestro futuro, nuestra fortuna e incluso nuestro sexo.
Hace algunas semanas que mi chica me mostró varias decenas de fotos que tenía guardadas en un cofrecito dorado que había sido barnizado con incienso bendito. A ella se las había dado su madre, a su madre su abuela y a su abuela se las entregó la Iglesia de las “Luces de la Tierra”
Abrió el cofrecito con una llave de plata y me enseñó un puñado de fotos descoloridas y viejas. Eran imágenes de otra época, de otro tipo de gente y mostraban la lucha eterna entre el bien y el mal.
Compromisos personales inevitables me han impedido seguir colaborando en el blog.
Por fin he terminado mis deberes sociales y voy a reanimar mi blog.
Comenzaré con una serie totalmente nueva y diferente a lo que se publica en los blogs tradicionales de "Bodyswap"
Se trata nada más y nada menos que de contar el origen de la humanidad y los swappers (Los cambiantes)
Después de tanto tiempo me cuesta volver a ficcionar y aún no he terminado la historia. Por eso hoy publicaré la primera historia y la continuaré la semana que viene.
Un saludo a todos y gracias por los apoyos.
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Recuerdo que me gustaba pasear por el cementerio.
Cuando despertaba, miraba la Luna, me ponía en pie y algo me llamaba a caminar por el barro del viejo cementerio.
Nunca más me va a insultar Carmen.
Ayer fui a su casa y esperé que saliera por la puerta.
Me dijo “Hola” mientras me miraba de arriba a abajo. Como si pensara que ella era una diosa y que yo era la basura que espera a la puerta de su casa para que la recojan.
Me dijo “Hola” y yo le respondí “Adiós” mientras le clavaba en el cuello el gran cuchillo con el que mi papá degollaba los cerdos.