El cielo se nubló más rápido de lo normal. A mi me pareció
muy raro, pero a nadie le extrañó.
Aceleré el paso e intenté correr, pero no podía con las sandalias
que ese día estaba calzando. Durante horas me había preparado para el funeral
de mi tío Juan y ahora todo se había estropeado e iba a llegar empapada al
entierro. Además, comenzaba a sentir como se enfriaba el ambiente y el aire se
volvía helador mientras agitaba mi falda. Pero nadie parecía darse cuenta y la
gente caminaba charlando como si nada pasara.