La primera vez que lo vi me pareció el hombre más educado y caballeroso
que nunca había conocido. Me acarició el pelo y me besó en la boca. Sentí como
su lengua jugaba con la mía y un dolor intenso cuando la mordió hasta hacerla
sangrar. Delicadamente recogió en su mano las gotitas de sangre que corrían por
mis labios mientras decía:” Son rosas salvajes,
las más puras y las más bellas” Y después las bebió.